Por: Alexis Garzón
Inicio por
comentar lo que me llevo a realizar el presente ejercicio sobre esta canción y
no otra, para empezar tuve la incertidumbre de que sería lo filosófico de una
canción, si con esto estamos hablando de una pieza sonora que en sus letras
exprese explícitamente relación o contenido de una corriente filosófica
particular, o porque albergue una profundidad en sus planteamientos y más bien
en virtud del nivel de disertación sobre un tema se le ponga el apellido de
canción filosófica. Me parece que las anteriores son formas muy licitas de
plantear el ejercicio, sin embargo aquí me inclino en otra dirección, teniendo
en cuenta el marco de acción de cualquier reflexión por más metafísica que sea
remite a la vida, a cierta cotidianidad expresable de un modo más ajeno, así
como lo hemos visto con los textos que hemos leído en el curso, en ese orden de
ideas planteo una rarefacción de la canción en cuestión, que lamentablemente
bien cotidiana si fue (o es de un nuevo modo) para la sangrienta historia de
este país, espero no sobrepasar con palabrerías lo que la canción nos podría
indicar en su aspecto analizable.
Ya sobre
la clase de la canción, tenía la intención de especular acerca del propio
formato de una canción como tema filosófico, es decir, si más allá de las
letras puede haber alguna temática que nos dé pie para la reflexión (soltando
hipótesis; la potencia rítmica con la que se hace el metal y una relación con
la violencia, o el punk con su falta de arreglos rigurosos y la decadencia
social) así podría tener el bambuco o esta categorizada música colombiana hoy
por hoy una relación con la memoria como tema de reflexión, una memoria
colectiva o patrimonial que aguarda entre otras cosas melancolía y nostalgia,
no sé qué tan descarriada pueda ser esta especulación de un trato filosófico.
Sin embargo, justamente como relación con la memoria, traía a colación esta
canción escrita por Arnulfo Briceño e interpretada por el dueto Silva y
Villalba, que quizá los que leen esto pudieron o no haber escuchado en alguna
ocasión, pero muy seguramente padres o abuelos la pudieron apreciar con mayor
cercanía.
Antes de
hacer esto yo la había escuchado solo dos veces, y quizá por el título pensé
que hablaba de algún tema familiar, lección de vida o por el estilo, ahora
encuentro que su tema es una narrativa histórica del conflicto armado en
Colombia, específicamente de la época de la violencia bipartidista, dicho esto
el análisis que pretendo llevar a cabo toma elementos de la concepción de
Giorgo Agamben sobre la nuda vida: la
vida a quien cualquiera puede dar muerte pero que es a la vez insacrificable
del homo sacer. Así pues, partiendo desde la distinción de la vida natural
y la vida capaz de existencia política, encontramos que la vida natural se
integra al cálculo de la política y los mecanismos del poder estatal y sin
embargo se excluye de participación alguna, se le integra en cuanto presta
utilidad y ocupa espacio en las ecuaciones de las ciencias políticas, pero no
interesa su expresión, simplemente es un ser capaz de reproducirse y producir,
con la virtud de ser eventualmente asesinado impunemente sin cobrar relevancia,
encarnando la vida nuda, como las muchas personas que lejos de ser sujetos
políticos fueron torturadas, acribilladas, asesinadas y sus cuerpos
desaparecidos por volquetadas durante el denominado periodo de la violencia, no
se conoce el número de cuantas fueron las víctimas, tampoco es adecuado
tratarlas como cifras, se sabe que “a unos los matan por godos, a otros por liberales”.
Por otro
lado, también se atisba que la vida natural como objeto de las estrategias
políticas establece una estrecha relación con la ideología, “Aparecen en
elecciones unos que llaman caudillos. Que andan prometiendo escuelas y puentes
donde no hay ríos. Y al alma del campesino llega el color partidiso. Entonces
aprende a odiar hasta quien fue su buen vecino” Siendo así que aquellos que
ostentan el poder, deforman la realidad según sus propios intereses y cálculos,
establecen ideales que alcanzar, crean categorías de lo bueno y lo malo, el
enemigo y amigo, coaptando la identidad del oyente del discurso que comúnmente
esta se alinea al control externo, sirviendo a las imaginerías del poder
político donde ellos mismos-las vidas naturales-están excluidos, pero
apropiando la ideología a tal punto de contribuir con un despliegue de
violencia y crueldad, que se imbricaban en una visión estética de sus
atrocidades como los “cortes” de corbata, franela entre otras varias formas de
tortura propias del argot colombiano, que comúnmente no eran producto de una
planeación sistemática o una ejecución especifica de alguna organización
nombrable como sicarial o paramilitar. La cuestión que estoy apuntando es la
magnitud de la distorsión de estas estrategias políticas e ideológicas, que a
partir de colores suscito un desarrollo de odios y asesinatos entre quienes
tienes más en común que en contra, estos sin llegar nunca a ningún puesto o
acción relevante en el control político y cuyas muertes no tiene mayor
repercusión que como un episodio oscuro y borroso de la honorable historia
patria.
Mi hermano, tremenda canción que ha compartido. Le confieso que a mi esta discografía de Silva y Villalba me llega al corazón con mucha nostalgia. Por un lado me hace recordar mi corta infancia en el campo, a la historia de mi familia y a las clases de mi profesor de Sociales en el colegio. No había escuchado a fondo esta canción y la he anotado a mi lista, muchas gracias.
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