martes, 12 de mayo de 2020

Análisis filosófico de La grasa de la capitales.

 
Por: Estefany Quintero.

La canción La grasa de las capitales es publicada en 1979, junto con el disco de la banda que lleva el mismo nombre. Es una crítica al gobierno de turno, señala más específicamente la dictadura militar. Más allá del contexto socio-político en el que se realiza la canción, hay una intención detrás, percatarse de que allí la concupiscencia no es más que un adorno para la vida diaria: un consuelo de tontos. Mientras, allá fuera se vive el régimen. Se acepta la represión, el silencio es cómplice y vivir bajo el miedo es lo lógico. 

El contexto bien puede ser considerado lejano y muy ajeno. Pero lo hegemónico no es la novedad, no hay que ser tan incautos para saberlo, está ahí, en nuestras relaciones con los demás, en el afán de ser reconocidos, de consumir y contaminar(nos). No termino de concluir si eso es lo 'filosófico' de la canción, advertir que soy un cuerpo que encaja en los términos de ese tan usado concepto 'humano', un cuerpo que puede quedarse en casa y mofarse de que leyó libros y disfrutó de la música mientras afuera sucede el ruido. Quizá peco de radical, pero no me interesa dado que considero esta como una cualidad infravalorada. Claro, todos nos pensamos nuestra existencia y la vinculamos, probablemente, con nuestro contexto y hasta nos cuestionamos ¿cómo esto me ha moldeado en lo que soy?, ¿realmente soy quien quiero ser?, ¿soy yo en mi completitud, o las determinaciones sociales a las cuales he estado sujeta? Supongo que la filosofía, por lo menos la actual, se da por bien servida al saber que su 'hombre', 'ser humano', 'sujeto', 'yo' de la polis usa su razón para saber que no la tiene, que la corriente lo lleva así reme del lado contrario. A mi modo de ver, La grasa de las capitales es una lectura de la vanidad de las ciudades, sus habitantes se enorgullecen de alzar edificios mientras estos se agrietan y derrumban. 

Lo convulso de la época de los setenta no se quedó allá en el pasado, solo mutó. Hablo desde la experiencia personal, aunque sé bien que puede ser un sentimiento generalizado por estos días donde la gran epidemia es una espesa combinación de pánico y normalización. La cuestión es la siguiente: la taza de muertes diarias solo es una cifra más, una cifra que finaliza en el aplanamiento de la curva. Mientras tanto, la oportunidad de hincarse para ser reconocido es implacable. La foto en la comodidad desde lujosas casas, sus discursos de ánimo, la creciente fama, los aplausos cursis y el quédate en casa, que en su otra cara vislumbra un quédate quieto. 

Quizá ese 'yo', corporal y construido, que intento indagar me pregunta más de lo que desearía. Interpela acerca de su existencia y su proceder en el mundo, es un animal político en cautiverio, uno queriendo atravesar los barrotes. Otro más que se pregunta ¿cómo actuar?, ¿cómo hacerlo mejor?, ¿cómo deconstruir lo que adjudicó la sociedad?, otro más que lee y cree encontrar el camino mientras confirma lo complejo de escapar a la ortodoxia. La dictadura (preponderancia) toma forma corpórea en una época donde lo invisible es más frívolo, donde mi 'yo' se desdibuja, donde lo tienes todo, todo y no hay nada. 

En fin, 

¿Qué importan ya tus ideales? 
¿Qué importa tu canción? La grasa de las capitales cubre tu corazón. 

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