martes, 12 de mayo de 2020

Análisis filosófico de "Poema Sobrecogido"



Por: Juan Pablo Villamil Botero

Sentenciar adrede lo que quiso expresar un músico en obra es complejo, a decir verdad, al ser la música el arte más comercial en la actualidad muchas canciones son simples piezas decorativas, de ascensor, de fiestas, de estudio (¿cuándo una técnica pasaría de ser artesanía a ser arte?). Por esto, muchas lecturas de canciones pretendiendo encontrar filosofía o profundidad en su letras y sonidos suelen ser sobreinterpretaciones, y la siguiente canción no es la excepción. Me sobrepasa tener certeza de lo que esperaba decir Roberto Iniesta y su grupo musical, pero ciertamente he encontrado un punto que no sólo es explicito en la canción, sino que, además, es de alto intereses para los filósofos; a saber, el ego, el yo y la relación conmigo mismo.
“Quise mirar y entré dentro de mi interior y entonces me di cuenta de que hay alguien más metido en esta habitación, y escucho lo que piensa”, sentencia la canción. Por supuesto, hay una opinión general de tener una voz interior un yo que hace las veces de otro en cuanto lo oigo. La canción da la impresión de narrar lo que sucede al atender con primor lo que me dice este otro interior. Al final, cuántas veces se ha expresado el consejo citado por Platón e inscrito en el templo de Apolo en Delfos. La intención de escucharnos parece trazarse en la finalidad de conocernos. ¡Perfecto! El poema sobrecogido nos ilustra el modo de conocernos, de hablar con nosotros interior, pero ¿por qué inspira una amargura? ¿Por qué este encuentro sobrecoge si parece ser el imperativo ético por excelencia? 
La melodía de la canción guía los versos para caer en el estribillo; el primer verso como el encuentro con tu interior; luego, cada verso largo el debate que hay consigo mismo, guiado por sonidos que emulan fisgoneo; mientras que los versos cortos son las conclusiones sacadas de tal encuentro, estas últimas acompañadas de un sonido ligero pero escalofriante; finalmente, el estribillo es la gran conclusión, si este otro yo se va mi mente no sabe cómo pensar. De nuevo, ¡enhorabuena! Te escuchas a ti mismo para conocerte a ti mismo, pero la conclusión del estribillo y el final de la canción, que termina con un grito desgarrador, no dan buena sensación, no dan la impresión de hacer un descubrimiento que alivie el espíritu, que ayude a edificar el ego, como lo hizo descartes al dudar de todo excepto de su propio pensamiento. La canción nos demuestra que este encuentro con nosotros es difícil y a veces sólo nos demuestra nuestro lado oscuro, el patio trasero, el inconsciente que queremos ignorar.
La canción de Extremoduro representa este dialogo con nuestro yo interior, un yo con el que se dialoga y que ayuda a conocernos, pero la obra musical, muestra el lado más perverso de hablar con este ser interior. Fernando Gonzales llamo al interior el payaso interior “Porque es el espíritu algo tan delicado que hasta la más sencilla sensación la modifica”. La canción nos pone en el lugar de alguien que encuentra a su payaso interior, pero este se encuentra en un estado amargo, cuando tu propio yo interno se encuentra en ese estado ¿cómo más verás el mundo? ¿Cómo no sentirse desadaptado si en el ejercicio de conocerte a ti mismo no logras determinar lo que encuentras? ¿Cómo no preguntarte “si vivo en otro mundo dentro de una realidad que no me corresponde”? Por ello, la conversación con nuestro interior muchas veces termina en sensaciones existenciales, esquizofrénicas o indeseadas.

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