Por: Felipe Castro García
Sin medir Distancias
Quise tomar esta canción,
este ritmo, este autor, frente a muchos otros que se pasaron por mi mente al
momento de elegir “una canción filosófica”. Por mi mente pasó Bowie, Spinetta,
Sabina, Silvio Rodríguez, Led Zeppelin, Beatles, Pink Floyd, Robert Jonhson,
Aretha Franklin, Rubén Blades, entre otros.
Sin embargo, la filosofía
esta en todo lugar y en todos los ritmos, en este caso de la voz de Diomedes
Diaz y del puño y letra de Gustavo Gutiérrez, ambos nacidos en el departamento
del Cesar, quienes seguramente no tuvieron un bagaje cultural como lo tiene Silvio
Rodríguez o lo tuvo “el flaco” Spinetta. Quienes no nacieron en grandes
ciudades intelectuales, como la Habana o Buenos Aires,
Subrayo este punto, no en
modo de idolatría, sino como demostración, de que no se necesita haber leído a
x o y autor para identificar y hablar sobre un tema filosófico, para hacer
filosofía solo basta con vivir. Y considero yo, que de esas vivencias nace la canción
que comparto hoy.
Esta canción tiene tintes
existenciales, éticos y profundamente amorosos, pues parte desde el desamor,
del auxilio por querer estar solo, ajeno a toda realidad, eterno y fuera de
este mundo
“Quisiera volar muy lejos,
muy lejos, sin rumbo fijo
Buscar un lugar del mundo
sin odios, vivir tranquilo”
Un lugar del mundo sin odios
es claramente una utopía, ya que quizás no exista ese lugar; esto es algo que
el autor sabe, por tanto, el rumbo no esta definido, mas bien es un viaje
eterno hacia la búsqueda de ese lugar. Lugar que no es un lugar físico, sino más
bien, un estado del alma, la felicidad y el goce eterno.
“Eliminar
las tristezas, la mentira y las traiciones,
No
importa que nunca encuentre el corazón, lo que ha buscado de verdad,
No
importa el tiempo, que ya es muy corto en las largas ansias del vivir,
Cualquier
minuto de placer, será sentido en realidad,
Si
lleno el alma, si lleno el alma, de eternidad.”
No importa el tiempo en
que vivamos, ni con que propósito vivamos, de todos modos, la vida es corta e impredecible.
Y en esta vida, cualquier momento placentero o feliz, es realmente el verdadero
vivir, aunque paradójicamente, sea la tristeza lo que nos mueve hacia la búsqueda
de esta felicidad.
Y es que es precisamente
la tristeza lo que nos impulsa a ese viaje; que se narra desde el inicio de la
canción.
“la herida que siempre
llevo en el alma no cicatriza,
inevitable me mata la pena; que es infinita,
quisiera volar muy lejos (…)
En este caso aquella
perdida, es un amor, que se fue para no volver. y ante todas estas interpretaciones
y verdades inspiradoras dadas por ese desamor, la canción termina con estos
bellos versos que denotan una verdad inminente, que todo lo que nació, debe
morir, ya sea un amor, una vida, una idea, una canción…
“llego la hora de
partir, sin medir distancias
Y ni sombra quedará de
aquel amor…”
Considero a esta canción como una canción filosófica, aunque no nombre a ningún filosofo, ni su letra se pueda adherir a una corriente u autor. Su profundidad esta en las interpretaciones que podemos hacer de su letra, y su valor está por la cantidad de profundidad que llega a tocar, lo que en un principio es una simple canción de despecho.
Pero no en vano sirve
para preguntarnos si verdaderamente exista ese lugar sin odios, sin engaños.
Nos cuestiona sobre el amor, ¿para qué amar, si al final todo resulta en
olvido? Sin duda, una canción que no solo ha sido música de fondo de
"tusas" y borracheras, sino también, una letra hermosa donde más de
una sabia palabra se esconde.
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