Por Luisa Fernanda Perez Heredia
Cada invención humana trae consigo parte de lo que somos,
¿qué sucedería si entabláramos un diálogo con una de nuestras invenciones? Y si
esta hiciera parte del mundo digital en el que ahora nos hallamos inmersos ¿qué
nos diría la computadora si pudiese
hablarnos?
Hemos de ser conscientes que la cualidad más distinguida no
sería el amor entre nosotros, sino que predominaría el ego que ya sea por engaño
o excusa nos hace creer superiores a todo cuanto nos rodea pero que, a su vez,
se burla de cómo dejándonos llevar fácilmente por él, cumple su propósito de
imposibilitarnos reconocer a los demás como iguales.
Pero ¿cómo es que llega a hacerlo? Preguntémosle a la
computadora que si bien ha sido fruto de este medio, sabe que no siempre nos
resulta favorable. Pues, la razón,
cualidad exclusiva del humano de la cual sacamos provecho para jactarnos de una
superioridad ilusoria que solo nosotros conocemos, es quien ha sido la causante
de las mejores invenciones: el arte, la medicina, como también de las más
deplorables: bombas, masacres y guerras.
La computadora reconocería que la razón es a quien debe su
existencia, pero nos reprende por tan gran descuido que hemos tenido con
nuestro sentir y a la vez cómo pasamos por alto el sentir del otro. Se nos ha
olvidado parte de lo que somos e irónicamente es una máquina la que viene a
recordárnoslo haciendo propicio preguntamos ahora ¿en dónde hemos dejado
nuestra humanidad?
Tal vez, absolutizamos el pensar luego existo de Descartes como la primera y última causa de
nuestra existencia, hicimos de nosotros unas máquinas que producían máquinas y ahora
son ellas que nos hacen caer en la cuenta de un sentimiento del que ni ellas
mismas son capaces. Con razón tanta barbarie, indiferencia para con el necesitado,
olvido de los ancianos e incapacidad para definirnos a sí mismos.
Nos enfocamos en desligarnos emocionalmente de lo que nos
sucede, hicimos de nuestra libertad una cotidianidad asfixiante, colmada de
cosas por hacer donde presos de una rutina voluntaria no vemos más allá de las
horas que pasa el reloj para hacer una y otra vez lo mismo. No nos damos cuenta
que esta vida solo es posible al coexistir con el otro y es a este a quien le
debemos la nuestra. Pero el ego que se torna individualista, nos hace ver a los
demás como competencia, como un medio para conseguir nuestros propios fines y
se nos olvida hablar de familia, de amigos, de humanidad.
¿Qué tal si por un día nos liberamos de nosotros mismos? ¿Qué
pasaría si en vez de procesar tanta información sentimos un poco? Tal vez no
nos sentaría mal recibir los consejos de una máquina que, si bien nos pone los
nervios de punta al hacer visible tanta indiferencia, seguramente algún día
deje de reprocharnos como inhumanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario