Esta canción nos muestra una
particular forma de ver la vida, la sociedad, nuestra relación con los otros y
con nosotros mismos. La canción nos
remite a un observador que contempla el mundo con una mirada desencantada y
desencarnada, de dogmas, de prejuicios, de imaginarios que atan nuestra
voluntad y de la inmediatez de lo cotidiano. En ultimas, nos muestra un análisis
de nuestra sociedad bajo la perspectiva de un hombre que nos invita a estar
despiertos a la vida, asumiendo sus azares y desventuras. Asumiendo la apatía del
hombre con respecto a sus semejantes “en tiempo donde nadie escucha a nadie”.
Pero a pesar de esta cruda realidad, resalta también el valor humano de hacer
lo correcto y de aprender, a modo de esperanza, de reclamo “No olvides que el perdón
es lo divino y herrar a veces suele ser humano”.
Ese hombre que nos cuenta su historia,
recuerda todo aquello que lo formo, su niñez perdida y el peligro de la vida
misma, que al crecer nos reclama enfrentarla y asumirla “Nadie nos prometió un jardín
de rosas, hablamos del peligro de estar vivos”. Así, ese hombre que mira la
vida con tanta perspectiva nos invita a buscar la correspondencia en el otro,
pero no en un otro cualquiera, sino en el verdadero amor sintiéndose correspondido.
“Me gusta estar al lado del camino, dormirte cada noche entre mis brazos”.
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